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¿Están tus emociones saboteando tus metas financieras?

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Hablar de dinero es hablar de emociones. Esta afirmación puede sonar extraña porque nos han enseñado que las finanzas son un tema racional, matemático y objetivo, y sin embargo, un tema que muchos prefieren evitar por temor a enfrentarse a ellas. El problema llega cuando la vida exige que tomemos acción sobre nuestras finanzas porque, queramos o no, necesitamos dinero para cubrir nuestras responsabilidades y necesidades básicas y para construir la vida que visualizamos.


Nuestras decisiones financieras y las acciones que ejecutamos no nacen exclusivamente de un Excel o de nuestra capacidad lógica. Estas decisiones están influenciadas por dos factores que la mayoría del tiempo no consideramos: nuestras emociones y nuestras creencias sobre el dinero. El miedo, la ansiedad, la culpa o incluso la emoción pueden estar guiando la forma en que generamos, usamos, ahorramos e invertimos nuestro dinero. 


Hay ocasiones en que llegan con nosotros personas que, a pesar de conocer lo necesario teóricamente hablando, no logran ahorrar, no planifican su futuro o repiten patrones que los dejan estancados. Lo que falla no es su conocimiento, sino la fuerza inconsciente de sus emociones y creencias que no se alinean a lo que quieren lograr. En el otro extremo vemos personas que evitan sus finanzas, esto parecerá falta de interés, pero entender el verdadero motivo va más allá de las justificaciones que se dan.


El cerebro no fue diseñado para las finanzas modernas


Entender el cerebro es entender cómo abordamos las finanzas. Nuestro cerebro está diseñado para optimizar la energía y uno de los mecanismos que utiliza para asegurar esto es dejar que nuestra mente inconsciente tome gran parte de nuestras decisiones cotidianas. Aquí entran también las emociones, aunque no nos demos cuenta de que están presentes.


En su libro Thinking, Fast and Slow, Daniel Kahneman nos explica sobre dos sistemas mentales que actúan para la toma de decisión y los cuales están influenciados por factores emocionales, cognitivos y sociales. El Sistema 1 es rápido, intuitivo y emocional. No piensa a largo plazo y consume poca energía al ser automático e inconsciente. Por su parte, el Sistema 2 es lento y analítico (racional), requiere esfuerzo y es consciente. Controla las intuiciones del Sistema 1 pero tiende a ser flojo, por lo que permite que el Sistema 1 tome el control.


Aunque creemos que decidimos con lógica y de forma racional, lo cierto es que la mayoría de las veces decidimos y actuamos utilizando nuestro  Sistema 1, no porque estemos mal, sino porque así es como funciona nuestro cerebro. 


Nuestro cerebro está diseñado para la inmediatez, no para la inversión a 20 años; está diseñado para mantenernos en la zona de confort, no para la incertidumbre y el riesgo. Por eso, frente al estrés o la incertidumbre económica, muchas veces reaccionamos de forma impulsiva, aunque eso vaya en contra de nuestros objetivos de largo plazo.


No es tu culpa, pero sí es tu responsabilidad


Uno de los procesos que trabajamos con algunos clientes es que se puedan dar cuenta que su situación financiera actual no es una falla personal y que el resultado puede cambiar en la medida que aprendan a gestionar sus emociones y tomar control de forma consciente. (Casos en los que no existan situaciones externas que impacten directamente el resultado). 


Algo interesante en este punto es que esto no solo aplica a cómo gastamos, ahorramos o invertimos, sino que también influye en cómo generamos dinero. Desde cómo abordamos un aumento de sueldo, establecemos el precio de nuestros servicios/productos, cobramos deudas, etc. Debemos identificar las emociones y creencias que nos pueden estar limitando y bloqueando en estos temas si queremos cambiar nuestra situación actual.


No se trata de eliminar las emociones, las emociones por sí mismas no son malas o buenas, son mecanismos de reacción a las situaciones que vivimos. Lo que sí está en nuestro control es el aprender a escucharlas, entenderlas y, cuando es necesario, controlarlas o cambiarlas; sobre todo cuando nos alejan de nuestros objetivos. 


Empieza observando lo que sientes cuando piensas en tu dinero. ¿Qué emoción aparece al revisar tu cuenta bancaria? ¿Cómo te sientes al hablar de tu futuro financiero? ¿Cómo te sientes previo a realizar una compra y posterior a ella? ¿Cómo te sientes al pedir un aumento de sueldo o al cobrar por un servicio ofrecido?


Ese es el punto de partida. Una vez identificadas y gestionadas tus emociones, diseñar y ejecutar una estrategia financiera que te acerque a tus objetivos será más sencillo.


 
 
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