La deuda como estrategia y no como enemigo
- María Sánchez

- hace 3 días
- 3 Min. de lectura

En México, existe una normalización preocupante del endeudamiento. La mayoría de las personas se endeudan más de lo que ahorran, y muchas veces lo hacen por impulso, por costumbre o por falta de educación financiera. Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, endeudarse no es una estrategia financiera, sino una consecuencia de decisiones sin planificación.
Cuando si hay una buena planificación, la deuda no es el enemigo y puede llegar a ser una herramienta de crecimiento patrimonial; siempre y cuando se entienda y se use de manera consciente y con propósito. El problema radica en cómo decidimos utilizarla, en lugar de tomar deuda para crear valor, generalmente la usamos para sostener gastos, estilos de vida o impulsos que reducen nuestro patrimonio neto.
Tres errores comunes con la deuda
El primer error es endeudarse innecesariamente, utilizando el crédito como extensión del ingreso. Esto ocurre cuando decidimos financiar consumo, viajes o compras que pierden valor en cuanto se pagan. Cayendo en esta práctica, es fácil mantenernos atrapados en ciclos de pagos y comisiones que limitan nuestra capacidad de ahorro e inversión.
El segundo error es gestionar mal las deudas existentes, pagar sólo el mínimo, no comparar tasas, o refinanciar sin una estrategia. En muchos de estos casos, la deuda se vuelve más costosa y prolongada de lo necesario.
Y el tercero, quizás el más sutil, es evitar la deuda por miedo, incluso cuando podría servirnos como una palanca para generar valor. Existen ocasiones en las que podemos perder oportunidades de crecimiento, como adquirir un activo, invertir en nuestra formación o emprender, por tener una visión negativa y emocional del crédito.
Cuándo tiene sentido endeudarse
La deuda puede ser saludable cuando cumple con un propósito patrimonial o productivo, cuando el costo del crédito es inferior al rendimiento que puede obtenerse con ese dinero, y cuando se encuentra bajo control dentro del flujo financiero personal.
Por ejemplo, si tienes capital disponible y un crédito hipotecario con una tasa del 10% anual y la opción de colocar el dinero disponible en un instrumento conservador que te ofrece 13%, financieramente es más rentable mantener la deuda y dejar que tu dinero genere rendimientos a través del instrumento de inversión. En cambio, si una tarjeta de crédito te cobra 60% anual, cualquier intento de ahorro o inversión pierde sentido frente al costo tan elevado de esa deuda.
El secreto está en entender el costo de oportunidad, cada peso que pagas en intereses es un peso que deja de trabajar para ti. Pero también, cada peso que dejas de invertir por miedo o desconocimiento es una oportunidad perdida de crecimiento.
Cómo usar la deuda estratégicamente
Evalúa el propósito del crédito. Pregúntate si la deuda te generará valor o simplemente cubrirá consumo.
Compara tasas y plazos. No todas las deudas son iguales: el costo anual total (CAT) es la métrica clave.
Evita que la deuda supere el 30% de tus ingresos netos. Un valor mayor te puede hacer perder flexibilidad financiera.
Prioriza el pago de deudas con tasas altas y conserva las de menor costo si puedes invertir ese dinero a mejor rendimiento.
Planea cada crédito como si fuera una inversión: ¿cuánto te cuesta, cuánto te genera y en qué plazo?
Comprender tu perfil financiero, como tu tolerancia al riesgo, disciplina y capacidad de pago, es tan importante como entender el contrato del crédito.
La educación financiera y la inteligencia emocional juegan un papel fundamental. Aprender a utilizar la deuda con inteligencia es una forma de empoderamiento financiero que nos permite tomar decisiones más racionales, priorizar objetivos y mantener el control; disminuyendo los sentimientos de culpa, vergüenza o ansiedad asociados a deudas descontroladas.
No se trata de temerle ni de abusar de ella, sino de entenderla como una herramienta capaz de acelerar o frenar nuestro patrimonio, según la forma en que la utilicemos y gestionemos.



